Érase una vez un viejo molinero muy pobre que tenía tres
hijos. Cuando murió sólo pudo dejarles el molino, un burro y un gato.
Al pequeño le tocó el gato y se lamentaba diciendo:
-¡Vaya suerte la mía! ¿Qué puedo hacer con un gato? Cuando me haya comido el gato y me haya hecho un manguito con su piel, me moriré de hambre.
-No te apures, yo te serviré. Si me das un saco y unas botas, te demostraré que has recibido la mejor parte de la herencia –dijo el gato.
El muchacho le entregó lo que había pedido y el gato se puso rápidamente las botas y se fue.
Al poco rato, el gato metió en el saco algunas hierbas y se escondió. Un conejo se acercó al saco y, al oler su comida favorita, se metió el solito en la trampa. Con rapidez, el gato salió de su escondite, cerró el saco con el conejo dentro y se lo volvió a echar en al hombro.
Todo orgulloso, se dirigió al palacio del rey.
-Traigo un regalo para el rey.
Cuando tuvo al rey delante de él, hizo una reverencia y exclamó:
-Os traigo este conejo de parte de mi amo, el marqués de Carabás.
-Dile a tu amo que le agradezco el regalo.
Durante los tres meses siguientes, el gato le siguió llevando conejos al rey.
Un día, el rey dijo que quería ir a comer a la orilla del río con su hija. El gato, cuando se enteró, fue a hablar con su amo:
-¡Date prisa, mi amo! ¡Ve a bañarte al río!
-¿Te has vuelto loco?
-¡Venga, al agua!
-¿Qué tramará ese maldito gato?
De pronto, se oyó el carruaje del rey y…
-¡Socorro, socorro! Mi amo el marqués de Carabás se está ahogando y unos bandoleros la han robado la ropa.
-¡Que traigan un traje para el señor marqués!
Cuando el hijo del molinero se puso la ropa tan bonita que le habían traído, parecía un marqués de verdad, y la hija del rey se enamoró de él al instante.
-Subid con nosotros a la carroza –le dijo el monarca.
Mientras tanto, el gato echó a correr y al ver a unos campesinos les dijo:
-Amigos, os propongo una cosa. Si cuando pase el rey le decís que estas tierras son del marqués de Carabás, echaré de vuestras casas a todos los ratones.
Y así fue como, al pasar la carroza del rey, los segadores exclamaban:
-¡Estas tierras son del marqués de Carabás!
El gato, viendo que se dirigían hacia el castillo que había hacia el otro lado del molino, se adelantó para hablar con el ogro que vivía allí.
-¿Qué quieres? –gruñó el ogro con muy mal humor.
- Siento molestaros, gran señor. Me he enterado que tus poderes son inmensos… Dicen que te puedes transformar en todo tipo de animales, incluso en león.
-Así es, te lo voy a demostrar.
Un instante después, en el centro del salón el ogro se había convertido en un terrible león que rugía con toda su potencia.
-¡Oh, magnífico, señor! Es cierto lo que cuentan de ti. ¿También eres capaz de transformarte en un animal muy pequeño? En..., un ratón, por ejemplo…
-Por supuesto, es un juego de niños. ¡Mira!
Y, al momento, el ogro se transformó en un pequeño ratón que se puso a corretear por el suelo.
El gato, nada más verlo, se lanzó sobre él y se lo zampó de un bocado. Y justo en ese momento se oyó el ruido de la carroza real que atravesaba el puente del castillo.
-Señor, ¡bienvenido al castillo del marqués de Carabás! –dijo el gato al rey.
Éste, al comprobar el amor de los jóvenes, dijo:
-Señor marqués, nada me haría más feliz que aceptaseis la mano de mi hija y fueseis mi yerno.
-¡Sería un placer, Majestad!
Y así fue como el hijo del molinero se convirtió en miembro de la realeza. En cuanto al gato, no volvió a trabajar ni a perseguir ratones en toda su vida y se dedicó a coleccionar sus objetos favoritos, que no eran otros que las botas.
Al pequeño le tocó el gato y se lamentaba diciendo:
-¡Vaya suerte la mía! ¿Qué puedo hacer con un gato? Cuando me haya comido el gato y me haya hecho un manguito con su piel, me moriré de hambre.
-No te apures, yo te serviré. Si me das un saco y unas botas, te demostraré que has recibido la mejor parte de la herencia –dijo el gato.
El muchacho le entregó lo que había pedido y el gato se puso rápidamente las botas y se fue.
Al poco rato, el gato metió en el saco algunas hierbas y se escondió. Un conejo se acercó al saco y, al oler su comida favorita, se metió el solito en la trampa. Con rapidez, el gato salió de su escondite, cerró el saco con el conejo dentro y se lo volvió a echar en al hombro.
Todo orgulloso, se dirigió al palacio del rey.
-Traigo un regalo para el rey.
Cuando tuvo al rey delante de él, hizo una reverencia y exclamó:
-Os traigo este conejo de parte de mi amo, el marqués de Carabás.
-Dile a tu amo que le agradezco el regalo.
Durante los tres meses siguientes, el gato le siguió llevando conejos al rey.
Un día, el rey dijo que quería ir a comer a la orilla del río con su hija. El gato, cuando se enteró, fue a hablar con su amo:
-¡Date prisa, mi amo! ¡Ve a bañarte al río!
-¿Te has vuelto loco?
-¡Venga, al agua!
-¿Qué tramará ese maldito gato?
De pronto, se oyó el carruaje del rey y…
-¡Socorro, socorro! Mi amo el marqués de Carabás se está ahogando y unos bandoleros la han robado la ropa.
-¡Que traigan un traje para el señor marqués!
Cuando el hijo del molinero se puso la ropa tan bonita que le habían traído, parecía un marqués de verdad, y la hija del rey se enamoró de él al instante.
-Subid con nosotros a la carroza –le dijo el monarca.
Mientras tanto, el gato echó a correr y al ver a unos campesinos les dijo:
-Amigos, os propongo una cosa. Si cuando pase el rey le decís que estas tierras son del marqués de Carabás, echaré de vuestras casas a todos los ratones.
Y así fue como, al pasar la carroza del rey, los segadores exclamaban:
-¡Estas tierras son del marqués de Carabás!
El gato, viendo que se dirigían hacia el castillo que había hacia el otro lado del molino, se adelantó para hablar con el ogro que vivía allí.
-¿Qué quieres? –gruñó el ogro con muy mal humor.
- Siento molestaros, gran señor. Me he enterado que tus poderes son inmensos… Dicen que te puedes transformar en todo tipo de animales, incluso en león.
-Así es, te lo voy a demostrar.
Un instante después, en el centro del salón el ogro se había convertido en un terrible león que rugía con toda su potencia.
-¡Oh, magnífico, señor! Es cierto lo que cuentan de ti. ¿También eres capaz de transformarte en un animal muy pequeño? En..., un ratón, por ejemplo…
-Por supuesto, es un juego de niños. ¡Mira!
Y, al momento, el ogro se transformó en un pequeño ratón que se puso a corretear por el suelo.
El gato, nada más verlo, se lanzó sobre él y se lo zampó de un bocado. Y justo en ese momento se oyó el ruido de la carroza real que atravesaba el puente del castillo.
-Señor, ¡bienvenido al castillo del marqués de Carabás! –dijo el gato al rey.
Éste, al comprobar el amor de los jóvenes, dijo:
-Señor marqués, nada me haría más feliz que aceptaseis la mano de mi hija y fueseis mi yerno.
-¡Sería un placer, Majestad!
Y así fue como el hijo del molinero se convirtió en miembro de la realeza. En cuanto al gato, no volvió a trabajar ni a perseguir ratones en toda su vida y se dedicó a coleccionar sus objetos favoritos, que no eran otros que las botas.
MARIA PLAZA
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